lunes, noviembre 28, 2005

Viaja en el Tren del Diablo

Cuando la ciudad de Riobamba (capital de la provincia de Chimborazo) aún no despierta del todo, se escucha el rugir de una locomotora que anuncia su partida hacia la Nariz del Diablo. Además del extraño nombre, hay otro característica particular, las decenas de pasajeros no viajan en el interior de los vagones, sino apiñados en los techos. "Esa es la gracia, señor, porque así se puede ver el paisaje", explica la gente en la estación.

Bofetadas de viento y repentinas lágrimas del cielo. Remolinos de tierra y flechazos de calor provenientes del sol. Hombres en perpetuo equilibrio en techos convertidos en butacas, para observar escenarios cambiantes: una cadena de montañas, un campo de cultivo, una laguna sedienta, un viejo cementerio o un puñado de casas desperdigadas en senderos polvorientos.

Despliegue de colores y matices serranos en una mañana somnolienta en la que el bostezo metálico de una locomotora anunció el despertar del tren, ese esqueleto de vagones y asientos vacíos que serpentea -perezosamente incansable- por quebradas, montañas y riachuelos, en su afán de llegar hasta las narices del Diablo.

Y el tren vibra, se estremece, sufre y echa humo negro, antes de iniciar su osada travesía... y los pasajeros de última hora se cuelgan de los estribos humedecidos por la garúa y suben al techo y buscan un lugarcito para sentarse o discuten con el hombrecillo que pretende alquilarles un cojín "a sólo un dólar, mister"; entonces, la locomotora lanza su estertor final y alguien trastabilla y grita y está a punto de caer. Las ruedas rechinan al raspar los rieles. La estación de Riobamba va quedando atrás.
Las curvas y las pequeñas cuestas son un desafío para la locomotora, que sufre, chilla, pita y se esfuerza hasta salir victoriosa. El tren vuelve a sus cotidianas y "diabólicas" travesuras, mientras que los viajeros -incómodamente sentados en los techos de los vagones- comienzan a entender por qué el trayecto que une la ciudad de Riobamba con la Nariz del Diablo (una depresión de 90 grados), tiene la fama de ser el "más difícil del mundo".
Originalmente, el destino final del recorrido era la ciudad de Durán en la provincia del Guayas, pero la vía fue destruida durante el Fenómeno El Niño de 1982 y 1983. En la actualidad, el tren llega hasta la Nariz del Diablo, luego retorna a la estación de Alausí.
La historia ferroviaria del Ecuador se inició en 1910 con la puesta en marcha de la línea Quito-Guayaquil. La construcción de esta obra demoró más de 30 años y contó con el financiamiento y asesoría técnica de los Estados Unidos.

"Ayúdenme que me caigo"

"Tiene que subir y viajar en el techo, señor, esa es la gracia del tren", recomienda, ordena o exige, una de las decenas de vendedores "de todo y para todos los gustos" que pululan en la estación de Riobamba, en los minutos previos al bostezo metálico de la locomotora.
Escaleras atestadas de gente. Hay que subir rápido para "ganar un pedacito del techo", porque si uno llega tarde o se demora, tendrá que conformarse con viajar en el vagón de asientos confortables o lo que es peor aún, resignarse a ver sólo por las ventanas los espléndidos paisajes que bordean la ruta de este legendario tren, que se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la sierra ecuatoriana.
Sí, otear los Andes desde el techo de un vagón es una experiencia única y fascinante, porque no sólo se aprecia la magnificencia de la naturaleza lo que hace especial este viaje, sino que se puede sentir el golpeteo del viento, el frío que se entromete por los resquicios de la ropa, la lluvia inconstante que viene y se va, los tímidos rayos del sol que no se animan a brillar del todo.

Todo puede suceder en el techo. Un hombre vende gorras de maquinista o "vielas" (cervezas) bien heladitas... y para no caerse en sus acrobáticos paseos, pide una "manito" a sus posibles compradores; una niña sortea las piernas de los viajeros y va de vagón en vagón ofreciendo tortillas de plátanos, café caliente y empanadas, pero uno de sus "colegas" -bigotón y con cara de pocos amigos- la riñe y le dice que se quede tranquila, que no le malogre el negocio.

En su recorrido por las tierras serranas, el ferrocarril de los vagones fantasmas recoge los saludos de la gente del campo... y una señora deja su atado de paja para decirle adiós a esos "turistas locos que viajan en el techo" y un niño -piel mate, mejillas resecas, cabello grasiento- se acerca al borde del riel y extiende sus manitas en gesto suplicante. Le tiran unas golosinas, el chico corre, salta, cae, rueda por el campo. No puede cogerlas, se las lleva el riachuelo.
Las ventas siguen, el tren avanza, nadie se cae, todos dan una manito... y en el horizonte aparecen los trazos lejanos de la estación de Alausí. La locomotora vuelve a pitar, celebra su triunfo inminente, porque ya falta poco -30 o 45 minutos nomás- para llegar a la Nariz del Diablo, una depresión profunda perfilada en las alturas.
Cinco hora en el techo. El viaje termina. El tren queda vacío en la estación de Alausí. Ya nadie corre, nadie llega tarde, nadie trastabilla. La locomotora descansa, porque ha vencido una vez más, los desafíos y retos de unas de las rutas férreas más difíciles del mundo.

Vinicio

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Yo hice este recorrido en 1999, y realmente fue fascinante. Me pone muy contento que el servicio aún funcione, porque el tren se descarrilò tantaas veces a lo largo del trayecto que tenía miedo que en algún momento optaran por discontinuarlo. ¿El trayecto Ibarra - san Lorenzo sigue cerrado?

5:29 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Vinicio sabes que me gusto tu pagina pero creo que al principio dices muchos defectos y pocas virtudes nuestras y te recomiendo de clasifiques los temas en paginas distintas porque llegas a la mitad y como que te da pereza seguir bajando.
Incluye mas fotos y de mayor tamaño para Bajarlas
Te felicito y sigue en contacto
Paul Rodriguez

6:56 p. m.  

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